Hay ocasiones en las que nos entregamos a los demás hasta el punto de llegar a descuidarnos a nosotros mismos porque esperamos que ellos actúen igual que nosotros.
Las personas nos pasamos gran parte del tiempo aguardando cosas. Esperamos que nuestros propósitos se cumplan, que los demás reaccionen como lo haríamos nosotros y que aquellos a quienes amamos nos respondan de igual modo: con reciprocidad.
No obstante, no debes sentirte frustrado por ello. Las personas necesitamos dar determinadas cosas por sentado para sentir cierta sensación de seguridad.
Al igual que todo niño tiene la certeza de que sus padres lo quieren, también los adultos nos esforzamos por creer que nuestras parejas harán en cada momento lo mismo que nosotros hacemos por ellas.
Porque la balanza de las relaciones afectivas debería funcionar así, a pesar de que, en ocasiones, aparezca el vacío, el desengaño. El esperar demasiado cuando, en realidad, no recibimos nada a cambio.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Cuando lo esperamos todo y no recibimos nada
Hay quien tiene integrado en su ser esa idea de que la felicidad está en dar, no en recibir. Tal vez sea nuestra educación, o ese valor excesivamente noble que se olvida de un aspecto esencial para sobrevivir: la autoestima.
Recibir también es un derecho
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- No estamos hablando, claro está, de bienes materiales; de hecho, tampoco de favores. Cuando hacemos algo por alguien no hay que esperar “obligatoriamente” a que nos devuelvan con creces ese acto espontáneo que nos sale del corazón.
- De lo que tenemos todo el derecho, e incluso la obligación de recibirlo, es respeto. Si das amor no deben devolverte frialdad o egoísmo. Este es, sin duda, un aspecto esencial en el campo afectivo.
- En nuestras relaciones de pareja “dar y recibir” es un derecho y una obligación. Es un tipo de energía que se crea entre dos personas donde ambos se nutren para crecer, para encender cada día el motor de esos corazones que saben qué es el respeto y la reciprocidad.
Esperamos demasiado porque estaríamos dispuestos a dar mucho más
Puede que en alguna ocasión te hayas encontrado con alguien que te increpa con expresiones como “es que tú esperas demasiado de la gente”, “es que eres demasiado sensible y todo te afecta”…
- Son frases donde se refleja, sin duda, una falta de empatía hacia ese corazón que está dispuesto a darlo todo por los demás, y que sufre por no sentirse reconocido.
- Podrías decirte a ti mismo eso de “tengo que aprender a querer menos”, pero en realidad, lo que sí deberías decirte es “tengo que aprender a quererme más a mí mismo”.
Amar es renunciar a parte de uno mismo para albergar a la otra persona, para atenderla, para ponerla en el centro de nuestro universo personal y construir todo un mundo a su alrededor.
Ahora bien, no debemos caer en estos extremos en los cuales nos olvidamos de nosotros mismos. Puedes esperar muchas cosas de la otra persona, pero no te olvides de esperarlo todo de ti mismo:
- No te olvides de mimarte cada día, de no priorizar en exceso a los demás hasta el punto de descuidarte.
- Ofrece cariño, preocúpate, ten detalles, atiende… pero espera que el resto haga también muchas de esas cosas por ti.
Cómo reaccionar cuando nos damos cuenta de que nunca hemos recibido nada
- Quien no recibe nada se queda vacío y, más aún, puede llegar a pensar que “tal vez no merece recibir afecto, detalles, atención o consideración”.
- No lo hagas, no permitas que el vacío y la ausencia afectiva de los demás te hagan creer que no mereces ser amado.
- El amor que no debe abandonarte nunca es el amor propio, y es él quien te dará fuerzas y esas riendas con alas para encaminar tus caminos hacia el equilibrio personal. Hacia esa paz interior.
A veces, esperamos demasiado de alguien que nunca nos ha dado nada
Una idea que nos transmiten algunos psicólogos emocionales es que lo mejor es no esperar nada de nadie y esperarlo todo de nosotros mismos. Ahora bien, esta idea tiene muchos matices.
- Las personas sí que necesitamos esperar ciertas cosas de quienes forman nuestro círculo personal y afectivo. Necesitamos tener, por ejemplo, la seguridad de que somos amados, porque nadie puede vivir con esa incertidumbre.
A veces, esperamos demasiado de alguien que nunca nos ha dado nada
Lo que merecemos por encima de todo es respeto, de nosotros mismos y de los demás. Por ello, nunca dejes de luchar por recibirlo. El amor es reciprocidad, apoyo y sinceridad.
Si no tenemos nada de esto, esa relación no será auténtica ni saludable.
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