Este pequeño pero poderoso bulbo, tiene muchas propiedades y es un ingrediente imprescindible en muchos platos.
Se puede decir sin miedo a exagerar que el ajo es uno de los alimentos estrella de nuestra gastronomía nacional.
Forma parte de muchas de nuestras salsas, aliños, marinados, guisos, salteados, rellenos y, en general, de la gran mayoría de los platos que componen nuestro recetario. Pero su omnipresencia no debe hacernos olvidar que es algo más que un sabroso aderezo. Detrás de su insignificante aspecto, se esconde una auténtica bomba cargada de virtudes terapéuticas. Utilizado de manera constante, el ajo va a mejorar la salud de nuestro corazón y nuestras vías respiratorias, regularizará nuestra efectividad reproductora y nos ayudará a librarnos de todo tipos de agentes patógenos.
Para hacer una cura de limpieza interna, podemos machacar unos dientes de ajo crudo con aceite de oliva y tomarlo en ayunas durante unos días
Ajos en el botiquín
La lista de propiedades del ajo es tan larga como la de sus componentes químicos activos. Una centena, en concreto, que actúan como vermífugos, fungicidas, antibióticos, expectorantes, diuréticos, hipotensores, estimulantes, antipiréticos… Son solo algunas de las propiedades principales, aunque de entre todas ellas conviene destacar su papel en nuestra salud cardiovascular, ya que reduce los niveles de colesterol LDL en sangre, aumenta los niveles del colesterol bueno y dilata los vasos sanguíneos, algo que, además de mejorar la circulación, previene la aparición de arterioesclerosis.
Los que quieran probar sus beneficios pueden tomar una infusión al día elaborada con dos o tres dientes de ajo durante una temporada. Como apuntamos en la abreviada lista, también se trata de un suplemento muy efectivo para eliminar de nuestro intestino todo tipo de bacterias, hongos, parásitos o lombrices. Para hacernos una cura de limpieza interna, podemos machacar unos dientes de ajo crudo con aceite de oliva y tomarlo en ayunas durante unos días.
La principal responsable de gran parte de tanta virtud es la alicina. Una extraordinaria sustancia que surge de los aminoácidos sulfureos del ajo y que recientes investigaciones sitúan como una poderosa arma para prevenir el cáncer o la todavía no erradicada tuberculosis. Además, por su enorme poder desinfectante, que supera con creces al del alcohol o el limón, se estudia la posibilidad de utilizarla en los centros hospitalarios para terminar con las peligrosas infecciones por Staphylococcus aureus y otros estafilococos y estreptococos. Solo tenemos que tener en cuenta que, para que esta sustancia se active, debemos cortar o prensar el diente, ya que funciona como un sistema de protección del ajo que defiende a esta planta del ataque de bacterias y hongos.
Otra cualidad poca conocida es su capacidad analgésica y antiinflamatoria. Tomando ajo podemos atenuar los dolores de cabeza comunes, neuralgias y dolores musculares. Y, desde un punto de vista nutricional, su lista de componentes no es en absoluto despreciable, ya que nos aporta fibras, pectinas, mucílagos, carbohidratos, proteínas, grasas y vitaminas A, B1, B2 y C. Tampoco se queda corto en sales minerales: posee hierro, calcio, fósforo, potasio, sodio, yodo, zinc y magnesio, entre otros.
Si nos decidimos a incorporarlo como tratamiento en la dieta diaria, lo mejor es mezclar un diente de ajo crudo o picado en ensaladas o aliños. Y, si no solemos comer en casa o sentimos aversión por su sabor en crudo, podemos recurrir a las perlas de ajo naturales que venden en farmacias o tiendas de alimentación natural y que concentran estas propiedades en mayor cantidad que en su formato fresco. Una única precaución: las personas que vayan a ser operadas deberían abstenerse de consumirlo en esos días, ya que el ajo tiene un gran poder anticoagulante.
Un viagra natural
Aunque el efecto no es ni tan inmediato ni tan intenso comparado con el del Viagra, lo cierto es que el ajo puede arreglar los problemas de erección no solo de manera puntual sino de forma permanente. Muchas han sido las culturas antiguas que así lo intuyeron, al considerar al ajo como un alimento afrodisíaco. Y no iban muy desencaminadas, ya que este bulbo consigue que el organismo libere óxido nítrico en el torrente sanguíneo, de la misma forma que lo hacen las pastillas de Viagra.
Para entender como actúa el ajo en este sentido, hay que comprender primero cómo se produce la erección masculina. El miembro reproductor de los hombres está preparado para que, al producirse la excitación, muchos de los espacios vacíos dentro de su tejido elástico sean inundados de sangre. Esta circulación de sangre es la responsable de mantener el tiempo necesario la erección. Por otro lado, está más que comprobado que el ajo provoca que la sangre fluya mejor y evite la formación de coágulos. La relación está clara. Evidentemente, algunas disfunciones sexuales pueden deberse a razones psicológicas o estar provocadas por otras patologías, pero en un alto grado suelen estar relacionadas con problemas en la circulación sanguínea de esta área.
La solución se encuentra en una sustancia llamada óxido nítrico que expande los vasos y aumenta el riego sanguíneo. El ajo, tomado regularmente, educa a nuestro organismo para que este la produzca él mismo. Para que actúe de forma efectiva, basta con tomar tres dientes de ajo al día, crudos, aplastados y a ser posible de la variedad de ajo morado, que es la que más alicina contiene. Si no soportamos el sabor, podemos incrementar la dosis a cinco dientes de ajo que partiremos por la mitad y coceremos cinco minutos en un poco de agua.
El antídoto a su persistente sabor es masticar un poco de perejil o menta fresca, ricos en clorofila, y después enjuagarnos la boca con agua con un chorrito de limón. Otra posibilidad es masticar granos de café. Y, si buscamos erradicar desde dentro ese sabor de forma definitiva, podemos comprar, en tiendas de alimentación natural, cápsulas de aceite de perejil que eliminan ese regusto de manera todavía más efectiva.
¿Crudo o cocinado?
Siempre que comamos el ajo crudo podemos estar seguros de que nos estamos beneficiando de todas sus bondades. Hay un antiguo refrán que dice: “Ajo cocido, ajo perdido” y, aunque seguramente se refiere sobre todo a cómo este pierde notablemente el aroma cuando lo cocinamos en exceso, lo mismo se puede aplicar a sus propiedades. También podemos cocinarlo, pero que sea siempre poco tiempo y nunca el diente de ajo entero, ya que así no liberará sus componentes terapéuticos.
Recientes estudios como el de INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria Argentino), junto con algunas universidades suramericanas, han verificado que la mejor forma de cocinar el ajo para que no pierda sus grandes propiedades cardiotónicas y antitrombóticas es picarlo, dejarlo en reposo cinco minutos y no cocinarlo nunca más de 10 minutos.
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